La escritura refleja tanto la tensión cognoscitiva como la filigrana de las creencias y de los rituales con los cuales se regulan, en el tiempo, las relaciones entere los individuos y los grupos.
La escritura sanciona los propósitos de la acción y los hace adecuados al logro de un fin, que no es siempre considerado salvador, lo que significa que la escritura responde no sólo a la pretensión del hombre de instaurar convenciones con las cuales describir el mundo, sino también a su deseo de transgredirlas.
La escritura nace como una aspiración generalizada a la expresión. Ella refleja las características distintivas del hombre tendientes a distraer la atención de la realidad o, lo que es peor, la puede deformar.-
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