Escritura y memoria

Se comenzó a reflexionara sobre la escritura en la época de Platón (Atenas, 427 - 347 a. C.) y se le designó el rol de memoria. La escritura sería una especie de utensilio mnemotécnico, una prótesis del cerebro, gracias a ella libre de toda tarea de almacenamiento.

Se supone entonces que las primeras pictografías y también la escritura de la Isla de Pascua no eran más que un ayuda-memoria de los cantores polinesios, destinado a facilitar el recitado de salmodias. Es cierto que los primeros monumentos de nuestra escritura (en Medio Oriente) no son más que listas de objetos o de personajes, en pocas palabras, entidades computables. Esas escrituras han memorizado para nosotros. En cambio, todo cuanto podría interesarnos de aquella vida remota no fue anotado, y es un hecho normal: ¿por qué los sumerios hubiesen escrito lo que constituía la esencia misma de su vida  cotidiana?. ¿Ellos conocían lo que significaba la memoria?

Sin duda escribimos aún para recordar (esta es la función de nuestras agendas), pero aún más para informar; nuestros anales son nuestros diarios, porque nuestros diarios son escritos para informar. Son memorias solo de cosas realizadas. Lo mismo sucede con las costumbres. Nunca de nuestras escrituras las registra directamente, es preciso pasar por la mediación del diario, de la novela, del ensayo, y todos estos documentos no pueden convertirse en memoria si no son interpretados.

La escritura asume pronto un segundo simbolismo: de "grafía", en el orden de la memoria pura, pasa a ser "escritura", campo de la significación infinita.

La humanidad siguió en la escritura, todas las direcciones posibles: vertical, horizontal, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. En esa cinta gráfica esta representado el estatuto fundamentalmente narrativo de la escritura.-

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