Las 8 películas que te enseñarán a ser escritor


Pablo Neruda es un gran poeta, un gran escritor que un día se puso en contra de su gobierno y tuvo que huir. La única forma de adaptar la vida, o unos años, de este genio es no adaptándola. Pablo Larraín lo ha entendido y por eso su Neruda es una antibiografía del senador y escritor chileno, una película muy rara donde se mezcla el thriller, el realismo mágico y unas cuantas historias reales. Otra película más que nos enseña en qué consiste eso de escribir, de una forma tremendamente bella, además.
Escribir es fácil. Se necesita talento pero no es imprescindible porque también es una habilidad que puede adquirirse con mucho trabajo y mucha perseverancia. Escribir bien ya es otra historia. “Hay quien cree que escribir bien es saber dónde van los puntos y las comas”, decía Holden Caulfield. Efectivamente hay muchos elementos que debe tener un buen escritor: audacia, inteligencia, debe ser muy observador y perspicaz, habilidoso, romántico, sencillo, hábil… Y unos cuantos más.
Digamos que quieres ser escritor. “Un escritor profesional es un amateur que no se rinde”, decía Richard Bach… Y que además eres un cinéfilo empedernido. El cine es tu vida. El cine te ha enseñado a relacionarte con los demás, el cine te enseñó a ligar, el cine te ha acompañado siempre y gracias a él amas una profesión… Con el cine se puede aprender todo lo necesario para vivir y ser feliz, que es de lo que se trata. Y si quieres ser escritor en el cine hay mucho material para que uno aprenda a serlo:

PRIMERA LECCIÓN: CUALQUIER TIEMPO PASADO NO FUE MEJOR

No, el pasado no mola tanto como crees. En el pasado no se han escrito los mejores libros de la historia. El pasado es el culmen de lo artístico. Los artistas (muertos) que admiras son insuperables. Los contemporáneos como tú no tenéis nada que hacer frente a los clásicos. MENTIRA. El mundo evoluciona cada vez más rápido y generación tras generación hay muchísimo que aportar a la literatura. Nuevos formatos, nuevas maneras de consumir y de leer, una sociedad extraña y compleja que analizar… Lo viejo no es mejor. Asúmelo.
Lo aprendimos en… Midnight in Paris. Woody Allen nos habla de un escritor norteamericano que busca inspiración en Paris. Una noche tiene la suerte de viajar a los años 20 y conocer a sus ídolos, y de paso enamorarse, claro.

SEGUNDA LECCIÓN: NO TE AGOBIES CON LA PÁGINA EN BLANCO

Es normal que no siempre te salga lo que quieres escribir del tirón. Habrá días que no pares de rellenar folios y otros días donde tengas suerte si consigues juntar un par de frases. En estos momentos no hay que desesperarse. Huye de malas compañías, no te intentes acostar con la mujer de nadie para escapar de la monotonía y sobre todo no la asesines, claro. Intenta no verte con psicópatas y aléjate de la bebida. Si no nos haces caso probablemente tendrás una historia que contar, sí, pero viendo las flores crecer desde abajo.
Lo aprendimos en… Barton Fink. La película de los Coen protagonizada por John Turturro sobre un escritor que va a Hollywood a escribir un guión y que comienza a sufrir un terrible bloqueo mental. Todo empeora cuando conoce a su vecino de habitación un extraño vendedor de seguros.

TERCERA LECCIÓN: NO BUSQUES LA GRAN BELLEZA

Olvídalo. Nada será igual. Nada se parece a ese primer beso ni a las palabras que surgieron de tu boca, después. No busques escribir algo que se asemeje a esas sensaciones porque te vas ahogar en melancolía.
Lo aprendimos en… La gran belleza. La obra maestra de Paolo Sorrentino sobre un escritor llamado Jep Gambardella que tiene 65 años y que solo escribió un libro en su vida. Tanta belleza y decadencia para una gran lecció… quizá la más importante.

CUARTA LECCIÓN: CONSUMIR DROGAS, ¿SÍ O NO?

Asunto peliagudo, este. Nuestro deber es decirte que no, que son terribles y contraproducentes. Sin embargo, no podemos negar que pueden provocarte un viaje que te cambie para siempre, que te dé para un libro o con el que experimentes un estilo nuevo. A Hunter S. Thompson le funcionó. Eso sí, hay riesgo de muerte. Estás avisado.
Lo aprendimos en… Miedo y asco en Las Vegas. Terry Gilliam adaptó la novela de Thompson de la única forma en la que era posible adaptarla. Con una mirada delirante. Algunos la tacharon de imbecilidad… Así que, repetimos… Tú dirás.

QUINTA LECCIÓN: SI QUIERES ADAPTAR, ADAPTA TU ADAPTACIÓN

Menudo lío ¿no?. Lo explicamos. La mejor forma de adaptar una obra ya hecha, por ejemplo, de escribir un guión basado en una novela, es adaptar el proceso de escritura para adaptar dicha obra y al final convertir tu texto en una obra independiente al que ibas a adaptar.
Lo aprendimos en… Adaptation (El ladrón de orquídeas) Como no te habrás enterado de nada de lo que hemos puesto en el anterior párrafo lo mejor es que veas esta obra maestra con guión de Charlie Kafuman. Ojo, que Nicolas Cage hace un papel doble y está inmenso, en ambos.

SEXTA LECCIÓN: NO TE ENAMORES DE TU OBRA

Que corra el aire. Puede ser por simple ego o también porque escribir es una profesión muy solitaria pero por lo que más quieras no te enamores de los personajes a los que das vida porque entonces vas a entrar en una capítulo de tu vida demasiado oscuro cuyo final es ir al psiquiátrico y no queremos eso, ¿verdad?
Lo aprendimos en… Ruby Sparks. En esta película Paul Dano es un escritor que escribe sobre una chica que un día aparece en su casa y de la que por supuesto se enamora. Porque, claro, todo lo que escribe de ella se hace realidad. Antes de que comencéis a frotaros las manos recordar que estas cosas nunca acaban bien.

SÉPTIMA LECCIÓN: LO IMPORTANTE ES EL CÓMO

“Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras”. Lo dice Truman Capote. Y tiene mucha razón. En un libro puedes contar muchas cosas, muy divertidas, muy alucinantes, pero hay que contarlas bien. A veces se cuentan tan bien, que lo que pasa acaba por no importar un carajo.
Lo aprendimos en… Capote, claro. La película de Capote es un maravilloso retrato de cómo este genial escritor hizo su obra magna, A sangre fácil. El crimen ya era escalofriante pero cómo el escritor viaja a Kansas para demostrar que la realidad puede ser tan apasionante como la ficción es toda una lección de periodismo que perdura hasta nuestros días. Y claro la interpretación de Philip Seymour Hoffman es lo que faltaba para dejar tiritando al respetable.

OCTAVA LECCIÓN: CUIDADO CON LOS ENCARGOS

Primero, ten mucho cuidado con los encargos. Es decir, intenta rechazar, salvo que estés muy mal de dinero, escribir memorias para otros, escribir novelas para que las firmen otros… Y sobre todo si la persona que estaba haciendo tu trabajo murió, en ese caso lo mejor es que huyas del país. Segundo, ten mucho cuidado con quién te hace el encargo, no es lo mismo Ana Rosa Quintana que Pau Gasol, para que nos entendamos.
Lo aprendimos en… El escritor. Un thriller de Roman Polanski lleno de tensión en el que un escritor, Ewan McGregor acepta terminar las memorias del primer ministro británico (Pierce Brosnan). De repente acusan al ministro de un crimen de guerra. La cosa, claro, se complica. Es más, se retuerce.
Fuente: cinemania.es

El padre de la birome


Podría decirse que Ladislao José Biro (1899-1985) cambió la forma de escribir de medio mundo con su invento: el bolígrafo. Este periodista de profesión, nacido en Budapest, sacó adelante su proyecto de pluma antimanchas en Argentina. En este país los bolígrafos se siguen llamando birome, una marca que surgió de la mezcla de su apellido con el de su socio, Meyne. Este 29 de septiembre se cumplen 117 años de su nacimiento.

La pluma de extremo afilado dio a Ladislao José Biro la fama mundial, pero además de sus actividades en el campo tecnológico —también inventó una máquina para lavar ropa— fue escritor y pintor, el Museo de Bellas Artes de Budapest conserva alguna de sus obras. "Era un hombre culto que estudiaba con profundidad lo que le interesaba", le definen en la página web de la Fundación Biro.

"Mi padre fue también periodista y redactaba una columna en una revista de vanguardia de Budapest. Habitualmente usaba una lapicera fuente Pelikan que manchaba o no escribía cuando más lo necesitaba. Observando cómo la revista se imprimía decidió que ese rodillo, que era capaz de tirar tinta sin manchar, debía reducirse para uso manual: una pequeña esfera en un tubo capilar, con una tinta especial que fluyera por la fuerza de gravedad y se secara instantáneamente en el papel", rememora su hija Mariana Biró, fundadora de esta organización creada como un medio para el desarrollo de la capacidad inventiva argentina.

Ladislao José Biro trabajó con su hermano, György Biro, un químico, para desarrollar un nuevo tipo de pluma compuesta de una bola y que seguía los principios de funcionamiento de un rodillo de papel de periódico que transfiere una imagen entintada.


El primer prototipo del bolígrafo fue presentado en la Feria Internacional de Budapest en 1931 y se terminó patentando el invento en 1938.

Hablar y escribir bien: el «dequeísmo».


El «dequeísmo» es el uso indebido «de la preposición de delante de la conjunción que cuando la preposición no viene exigida por ninguna palabra del enunciado», nos recuerda el DPD.
Se incurre en «dequeísmo» en los siguientes casos:
a) «Cuando se antepone la preposición de a una oración subordinada sustantiva de sujeto. El sujeto de una oración nunca va precedido de preposición».
Así pues, son incorrectas oraciones como:
Me alegra de que sean felices (correcto: «Me alegra que sean felices»).
Es seguro de que nos ama (correcto: «Es seguro que nos ama»).
Le preocupa de que aún no lo hayas leído (correcto: «Le preocupa que aún no lo hayas leído»).
Es posible de que llueva mañana (correcto: «Es posible que llueva mañana»).
• Algunos de estos verbos exigen un complemento precedido de la preposición de cuando se usan en forma pronominal (alegrarse, preocuparse, etc.). En tal caso, el uso conjunto de la preposición y la conjunción es obligatorio.
Ejemplos:
Me alegro de que sean felices (incorrecto: «me alegro que sean felices»).
Me preocupo de que no les falte dinero (incorrecto: «me preocupo que no les falte dinero»).
b) «Cuando se antepone la preposición de a una oración subordinada sustantiva de complemento directo. Esto ocurre, sobre todo, con verbos de “pensamiento” (pensar, opinar, creer, considerar, etc.), de “habla” (decir, comunicar, exponer, etc.), de “temor” (temer, etc.) y de “percepción” (ver, oír, etc.). El complemento directo nunca va precedido de la preposición de».
Me dijeron de que se iban para otra ciudad (correcto: «Me dijeron que se iban para otra ciudad»).
Temo de que no llegues (correcto: «Temo que no llegues»).
He oído de que te vas (correcto: «He oído que te vas»).
c) Cuando la preposición de se antepone a una oración subordinada cuya función es la de atributo en oraciones copulativas con el verbo ser. Por regla general este complemento no va precedido de preposición, de modo que son incorrectas oraciones como:
Mi intención es de que vayamos todos (correcto: «Mi intención es que vayamos todos»).
d) Cuando la preposición de se inserta en locuciones conjuntivas que no la llevan:
Ejemplos:
A no ser de que (correcto: «A no ser que»).
A medida de que (correcto: «A medida que»).
Una vez de que (correcto: «Una vez que»).
e) Cuando se emplea la preposición de en lugar de la que exige el verbo.
Ejemplos:
Insistieron de que fuera con ellos (correcto: «Insistieron en que fuera con ellos»).
Me fijé de que llevaba pantalón (correcto: «Me fijé en que llevaba pantalón»).
• Los verbos advertir, avisar, cuidar, dudar e informar pueden escribirse, en sus acepciones más comunes, de dos formas: advertir algo a alguien y advertir de algo a alguien; avisar algo a alguien y avisar de algo a alguien; cuidar algo o a alguien y cuidar de algo o alguien; dudar algo y dudar de algo; informar algo a alguien (en América) e informar de algo a alguien (en España). Por tanto, con estos verbos, la presencia de la preposición de delante de la conjunción que no es obligatoria.
• Un procedimiento que en muchos casos resulta útil para determinar si ha de emplearse la secuencia «preposición + que», o sencillamente «que», consiste en transformar en interrogativo el enunciado dudoso.
Si la preposición debe encabezar la pregunta, aquella se mantendrá en la modalidad enunciativa. Si la pregunta no lleva preposición, esta tampoco se empleará en la modalidad enunciativa.
Ejemplos:
¿De qué se preocupa? (Se preocupa de que…).
¿Qué le preocupa? (Le preocupa que…).
¿De qué está seguro? (Está seguro de que…).
¿Qué opina? (Opina que…).
¿En qué insistió el alumno? (Insistió en que…).
¿Qué dudó o de qué dudó el jefe? (Dudó que… o dudó de que…).
¿Qué informó o de qué informó el presidente? (Informó que… o informó de que…).
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Escritura y poder

Según Habermas, a fines del siglo XVIII nació la opinión pública en cafetines en los que la gente se reunía a conversar sobre temas que iban más allá de su vida cotidiana. En esas tertulias se discutía cualquier tema, sin necesidad del permiso de autoridades civiles o eclesiásticas, y prevalecían los argumentos sobre los linajes y los títulos. Nació el Pensamiento Ilustrado que se nutrió también con los libros y periódicos liberales que enfrentaron al oscurantismo. Apareció un nuevo poder: la opinión de la gente común. La opinión pública evolucionó en lo sucesivo al ritmo de los adelantos tecnológicos, transformó los valores de la gente, las normas del juego democrático y terminó invadiendo todos los resquicios de la realidad. 

A fines del siglo XIX y principios del XX, los inventos transformaron al mundo. Apareció la radio, que incorporó a la política a millones de personas que se encandilaron con los discursos y la política de la palabra. Después llegó la televisión y la comunicación política giró en torno a la imagen física. Hacia fines del siglo XX aparecieron internet y las redes sociales, y pasamos a la política de las sensaciones. Algunos creyeron que morirían los libros y los medios impresos, sin darse cuenta de que, desde hace miles de años, la escritura está en la base del progreso de la especie. Es cierto que actualmente la mayoría se comunica a través de las redes sociales, y que los niños construyen su realidad en pantallas, pero es imposible comprender algo de esto sin estudiar cómo son nuestros procesos de conocimiento, cómo interactuamos con las máquinas, cómo cambian permanentemente nuestra percepción del mundo. Los youtubers y el Twitter tienen una enorme influencia en esta sociedad, pero no se puede estudiarlos leyendo tuits.

Para comprender este mundo líquido, necesitamos leer libros de autores como Daniel Kahneman, Malcolm Gladwell, Christopher Chabris y Daniel Simons, Román Gubern, y una enorme bibliografía de otros autores contemporáneos. Es cierto que nos comunicamos y tomamos decisiones con lo que Kahneman llama el “pensamiento rápido”, pero no es posible comprender la realidad y transformarla sin la reflexión, el análisis y el pensamiento lento, que se desarrollan con la escritura. Si todos nos reducimos a leer y producir tuits, se detendría el progreso de la especie. 

Tampoco podemos aspirar a una sociedad de números, manejada por computadoras. Ellas no tienen la capacidad de crear, de dudar de sí mismas y de ser transgresoras. Karl Popper decía que tal vez los ordenadores respondan a todas las preguntas posibles, pero nunca serán capaces de formular nuevas preguntas. Su memoria es fría, indiferente a los contenidos. Nuestros recuerdos, en cambio, nos entristecen, nos alegran, nos indignan, se vinculan con nuestros mitos, intereses y emociones. Cuando escribimos nos obligamos a ordenar lo que pensamos, sufriendo el enfrentamiento entre nuestros sentimientos y la racionalidad.

 No se puede comprender un país sin leer. Los mensajes de texto y los tuits sirven para que la gente se comunique pero no para pensar. En el pasado, cuando parecía que existían verdades permanentes, era más fácil predicar. Ahora es indispensable leer, escribir, intercambiar ideas, cuestionar permanentemente y sin prejuicios todo lo que nos rodea. Tenemos que entender la vida líquida de la que habla Zygmunt Bauman, en la que “la única certeza es la certeza de la incertidumbre. Estamos condenados a intentar comprendernos a nosotros mismos y a los demás, una y otra vez, siempre de forma inconclusa, destinados a comunicar, con y para el otro”. Para salir adelante, se necesita que muchos escriban y aprendan a debatir sin perseguir consensos, respetando la diversidad y aportando ideas desde los puntos de vista más distintos. Buenos Aires tiene el privilegio de alojar a decenas de intelectuales y periodistas de primer nivel que pueden participar de esta tarea y sólo los medios escritos tienen la capacidad de dar el espacio para ese debate indispensable. 

Jaime Durán Barba: Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino. 

Fuente: Perfil

“Corregir y corregir es el secreto de la escritura”

Rómulo y Rosario son dos hermanos que se encuentran a compartir algo más que unos días en una casa de campo. La apertura de una caja con recuerdos y apuntes invitará al lector a recorrer el devenir de estas vidas, pero, sobre todo, por las miradas diferentes que cada uno tiene después del paso de varias décadas. En ese punto, será determinante la presencia de un psicoanalista francés, Pascal Lemonnier, con quien Rosario se analizó en París, en su adolescencia y con el que vuelve a hacerlo muchos años después ("Las sesiones con Lemonnier podían ser una hoja en blanco, utilizarse como envoltura, revestimiento, origami, pero nunca pedían descansar en paz").
Silvia López es doctora en Psicología Clínica, trabaja como psicoanalista y es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Diván francés es su tercera novela. En 2012, publicó Cálculo y presentimiento y un año más tarde, El cerco rojo de la luna.
López estuvo en la redacción de Infobae y en esta entrevista cuenta cómo abordó su última historia, cuánto la marcó la lectura de La montaña mágica, de Thomas Mann y cómo una profesora que en el colegio secundario le dio a leer a Sigmund Freud fue clave en la elección de su profesión.
"Siempre escribí y en algún momento comencé a publicar; siempre leí y escribí e iba juntando papeles que después fueron tomando un poco de forma y de a poco fui publicando", cuenta López apenas comienza la charla. Explica cómo su profesión le fue dando paso a la escritura: "Los papeles estaban, pero no tenían la forma exacta que yo quería y entonces comenzaron a ser corregidos. Escribir tiene que ver con eso: corregir y corregir hasta lograr un texto que te guste, ese es el secreto. Tenía papeles y papeles".
—La relación entre la literatura y el psicoanálisis es viejísima. ¿Cómo conviven en usted?
—Cuando yo empecé a leer Freud, en el colegio, fue porque tuve la buena suerte de que una profesora lo presentara. Trajo La interpretación de los sueños y dio unas clases interesantes. Ahí me comencé a meter en el psicoanálisis. Yo iba a estudiar física, que era lo que me gustaba, pero ahí me desvié. Leyendo Freud vi su relación con la literatura y los mitos, vi su vínculo con Thomas Mann y entonces empecé a leer La montaña mágica, que es un texto que me marcó y está en todas las novelas que escribo; en esta también aparece una ráfaga.
—¿Son dos profesiones dispares?
—No sé, yo leo. No son tan dispares, los psicoanalistas siempre tenemos un rinconcito para la lectura y, muchos, para la escritura también. Muchos colegas tienen esa pasión y tienen sus cuadernillos guardados o sus poemas. Es un vínculo bastante estrecho.
—El psicoanálisis debe tener una gran capacidad de escucha y la literatura también debe tener un oído atento…
—Es posible. Lo que tenés en común son las vidas, cuando escuchás las historias de una vida que nunca son las que escribís. Se trata de una trama histórica y de un paisaje.
 Un hermano es el testigo de tu historia
—Usted trabaja en la novela la relación entre hermanos, que es una relación de amor muy particular. ¿Por qué eligió narrar sobre ella?
—No la elegí. Cuando comienzo a escribir, me sorprendo de lo que aparece. Me parece interesante la relación entre hermanos, porque siempre hay una historia detrás que involucra a los padres y porque un hermano es el testigo de tu historia. Eso es como ir a buscar el testimonio en el otro, por eso me interesó, pero apareció bastante casualmente, no fue consciente. Quién otro puede contar la historia de uno, que siempre va a ser otra. Acá también, confrontan y buscan en esa caja de fotos, que puede ser un poco trillado el mecanismo de buscar en una caja de fotos, pero me pareció que estaba bien revolver eso y que empiece a aparecer algo del pasado común, que es común hasta cierto punto, porque tenés un pasado en común con tu hermano hasta cierto lugar; están sus fantasmas y los tuyos. Hay poco recuerdo en común, algunos son compartidos pero vistos desde un lugar diferente del living o sentados en otro lugar en la cocina, siempre tienen un ángulo diferente.
—En el caso de los hermanos de su novela, incluso tienen visiones muy divergentes de la madre.
—Uno es el protector de la madre, la hermana mujer es la de la disputa, la de la confrontación con esa madre especial, porque a esos hermanos les tocó una madre especial. Es una madre hecha de letras, no es del todo una madre. Es una madre que, a veces, es una madre y, a veces, está contando un cuento. En general, está contando un cuento o siendo la protagonista de una novela, no es una madre del todo en su función y, sin embargo, opera perfectamente como tal, en ningún momento deja de serlo.
Portada de “Diván francés”, de Silvia López.
Portada de “Diván francés”, de Silvia López.
—Creo que más que por las letras está absorbida por el arte.
—También aparece la ópera, pero sobre todo la literatura, eso es lo que a ella le interesa y por lo que vive su vida. Por eso la influencia en la chiquita, que va dando vueltas por el mundo hasta encontrar el lápiz para sentarse a escribir.
—¿La madre está moldeada por la literatura y el arte o la relación con sus hijos está mediada por ellos?
—No está mediada, no encuentro que esté mediada sino que está influenciada. Cada escenario familiar para esa madre remite a algo: si sufre, es Madame Bovary la que sufre, es ella identificada con un personaje y la hija observando esa posición de la madre, más como mujer que como madre, siempre preocupada por los engaños del padre.
 “Rayuela” es un libro angustioso
—Hay referencias al Rayuela de [Julio] Cortázar. ¿Qué lugar ocupó en su formación?
—Fue importante también, no tanto como La montaña mágica, pero fue importante. Es un libro angustioso que leí en la adolescencia, que es la edad de Rayuela, por lo menos para mi generación. Un libro angustioso que despertaba mucha curiosidad. Hace poco vi una entrevista a Cortázar que decía que no se explica bien por qué Rayuela impacta en los adolescentes de esa manera tan importante y tan brutal, como es el caso de la chiquita de la novela.
—¿Será por La Maga?
—Sí, pero hay un misterio al doblar la esquina y todo el tema de París, que siempre atrapa tanto; esa ciudad que todo el mundo añora, que todo el mundo admira. Hay mucho mito sobre eso y para los chicos también.
—¿Cómo trabaja con el lenguaje y la estructura formal?
—Las historias están hechas de lenguaje, tanto en la literatura como en el psicoanálisis. A mí me importan los párrafos bien hechos, me importan más que la trama y me importa el clima que se arma y que podés transmitir a través del lenguaje. Qué atmósfera le armás al lector: eso es lo que me interesa. En el fondo, soy como una cineasta que nunca pudo serlo. Me importa armar una atmósfera e invitarte a pasar, porque, finalmente, cuando te sentás a leer, buscás algo así. Yo respeto el viaje que significa la literatura, el pasaje a otra historia que no es la tuya, con la que igual te sentís identificado, porque si no, dejás el libro a un lado. ¿Quién se acuerda de la historia de "El Aleph"? ¿Se acuerda la gente de la pasión que él tenía, de su dolor por la pérdida de Beatriz Viterbo? No, la gente se acuerda de ese sótano, con lo poco que hay que decir de un sótano; es poco interesante un sótano y ahí está "El Aleph", ahí [Jorge Luis] Borges hace circular todas esas imágenes que te conmueven y es lo que quedó de ese cuento. Quedó más que la historia de ellos, quedó más de Argentino Daneri. Hay que armar un clima, eso es lo que es bueno para apreciar cuando uno lee un libro.


MARGARET ATWOOD: diez consejos para escribir ficción


1. Dos lápices mejor que una pluma
Lleva un lápiz para escribir en los aviones. Las plumas se descargan. Pero si el lápiz se rompe, no podrás afilarlo en el avión, porque no podrás llevar cuchillos contigo. Por lo tanto: lleva dos lápices
2. Si los lápices se rompen, usa tu imaginación
Si ambos lápices se rompen, puedes afilarlo con una lima de uñas de metal o vidrio.
3. No te olvides el papel
Lleva algo donde escribir. El papel está bien. En caso de necesidad, un trozo de madera o tu brazo servirán.
4. No te fíes de los ordenadores
Si usas un ordenador, siempre haz una copia de seguridad del nuevo texto en una tarjeta de memoria.
5. Cuida tu cuerpo
Haz ejercicios para la espalda. El dolor tiende a distraer.
6. Mantén la atención del lector
Esto tiende a funcionar mejor si puedes mantener la tuya. Pero tú no sabes quién es el lector, por eso es como pescar con una honda en la oscuridad. Lo que le fascina a A aburrirá mortalmente a B.
7. No olvides que tú elegiste esto
Probablemente necesitarás un diccionario, un libro de gramática elemental y contacto con la realidad. Esto último significa: nadie regala nada. La escritura es trabajo. También es una apuesta. No tienes un seguro. Otra gente puede ayudarte un poco, pero en esencia estás tú solo. Nadie te está obligando a esto: tú lo elegiste, así que no te quejes.
8. Encuentra un buen beta lector
Nunca puedes leer tu propio libro con la inocente anticipación que viene con esa deliciosa primera página de un nuevo libro, porque la has escrito tú. Has estado entre bambalinas. Has visto como los conejos se metían dentro del sombrero. Por lo tanto, pídele a uno o dos amigos lectores que le echen un vistazo antes de que lo lea alguien del mundo editorial. Este amigo no debería ser nadie con el que tengas una relación romántica, a menos que quieras romper.
9. No te sientes a esperar
Si estás perdido en la trama o bloqueado, vuelve sobre tus pasos para ver dónde te equivocaste. Luego elige el otro camino y/o cambia a la persona. Cambia el tiempo verbal. Cambia la página de inicio.
10. Deberás creer
Rezar puede funcionar. O leer alguna otra cosa. O una constante visualización del santo grial que es la versión terminada y publicada de tu resplandeciente libro.