¿COMO CLASIFICAR NUESTRAS NOTAS?

He aquí la organización que, después de muchos ensayos, me ha parecido la mejor. Si la clasificación es demasiado complicada, en vez de ayudar, aumenta la confusión. Unas cuarenta carpetas o biblioratos me parecen el máximo, porque con mayor número comienza la confusión. Cada una estará numerada y cada número corresponde a un título general. Por ejemplo, lo que concierne al trabajo intelectual está clasificado bajo una etiqueta, lo que atañe a la voluntad, a otra y así para la memoria, la lectura, etc.

Cada uno debe hacer su clasificación, según sus gustos y según la naturaleza de su trabajo.

Cuando tome una nota o recorte un artículo tenga a la vista el índice de sus etiquetas y ponga en su nota el número en que debe ser clasificada. Si la nota es de importancia, va a ocupar inmediatamente su sitio, si hay alguna dificultad para su clasificación va al estanque de decantación. Si el libro o la revista no me pertenecen, tomar una nota o resumen en el que se indica la naturaleza de la referencia con remisión al libro y a la página.

De esta manera no se construye en la arena y ningún esfuerzo se pierde. Mis observaciones, mis lecturas, los pensamientos que se me ocurren estando de paseo o en la cama que anoto en papeles sueltos, las imágenes que me sugieren los espectáculos naturales, etc., se clasifican y de vez en cuando, las vuelvo a leer para conservarlas o desecharlas. De esta manera, a lo largo de los años, tengo delante mi experiencia incesantemente examinada, comprobada y actualizada.

Lo esencial es que estos planes sean claros, porque la sensibilidad de los lazos y por consiguiente la riqueza de las capturas, está en razón de la claridad de las ideas directoras. Los lazos alimentan copiosamente las ideas claras dado que se trata de un lento crecimiento orgánico, tranquilo, regular, sin esfuerzo, porque una vez disciplinado el cerebro, se actúa automáticamente.

Darwin anotaba cuidadosamente los hechos, las hipótesis contrarias a su manera de ver, porque había observado que las olvidaba más fácilmente que los hechos favorables. Siempre trabajó en varias obras a la vez. Había organizado en un mueble, con etiquetas de treinta a cuarenta cajones en los cuales depositaba sus referencias y notas. Al final de los libros que compraba, hacía un índice de los hechos que le eran útiles para sus obras en preparación. Si el libro no le pertenecía, escribía un resumen aparte. Antes de emprender un trabajo, miraba todos sus índices y sus cajones y así tenía todas sus informaciones reunidas.

El hábito hace todo más fácil y crea la necesidad del trabajo. Con el trabajo, tanto los males del alma, como los físicos, pasan inadvertidos.

Ernesto Martinchuk

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