Los años...



"Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.

Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje. Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad.

Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo. “Ser feliz es una decisión”, no nos olvidemos de eso. Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: -a aprender a amar -a dejar huella -a ser felices.

En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:

-Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento. El trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien en nuestra salud mental.

Ahora el significado del cansancio es visto como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no cómo el privilegio de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros...

-Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.

-El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores.

Hacernos cariño y tratarnos bien como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los choferes de los micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos. Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares...trabajo...

Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia espiritual. Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.

Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene que ver con los problemas que tengamos sino que con la ACTITUD con la cual enfrentemos lo que nos toca.

Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican.

Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro".

LOS 8 LIBROS MÁS DIFÍCILES DE ESCRIBIR EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA

El reto de un escritor no siempre radica en la temática de su obra, pues las circunstancias bajo las que crea su libro  afectan su creatividad y fluidez literaria. Juzgar a simple vista si el trabajo de un autor fue complicado o no sería una acción burda. Por ejemplo, muchos aseguran que el libro más difícil de realizar fue el de Marcel Proust, pues su novela “En busca del tiempo perdido” es considerada como la más larga de la historia, y según algunos historiadores, el autor comenzó escribiendo el primer y último capítulo.
Otro de los títulos que los lectores consideran complejo tanto de crear como de leer es “Ser y tiempo”, obra magna de Martin Heidegger. A este autor se le adjudica el texto más laberíntico de la filosofía. De hecho, existe un libro y varios ensayos que prometen servir como una guía para desentrañar la jerga con la que Heidegger redactó este debate sobre el pensamiento. Otros consideran que la obra más complicada de novelar fue la pieza de León Tolstói “Guerra y paz”, ya que esta historia sobre la invasión napoleónica de Rusia cuenta con 600 personajes a los que el autor les dio nombre y personalidad.
Imaginar escribir algo de tantas páginas, personajes o capítulos resulta agobiante, no obstante, éstos no han sido los libros más difíciles de escribir en la historia de la literatura. Los autores que más padecieron para terminar sus obras fueron quienes se enfrentaron a las peores circunstancias mientras intentaban concluir la páginas de sus ejemplares. La enfermedad, obsesión, premura, locura y otras razones fueron las que convirtieron el proyecto literario de algunos escritores en la peor pesadilla de su vida.
8. “The President’s Mystery Story” (1935) – Franklin D. Roosevelt
Muchos presidentes norteamericanos han escrito libros, pero sólo Roosevelt se dedicó a crear una novela de misterio. En la Casa Blanca durante 1935 el presidente comenzó a contarle su historia al autor Fulton Oursler, quien le ayudó a desarrollar y editar su historia. El argumento de Roosevelt giraba en torno a un hombre llamado Jim Blake, quien tenía un trabajo aburrido y 5 millones de dólares con los que soñaba escapar. Desafortunadamente su argumento no tenía sentido alguno, pues ni él mismo supo explicar cómo es que el personaje principal había conseguido tal fortuna.
Para solucionar el problema se convocó un comité de cinco escritores secretos que le ayudarían a resolver el argumento y el resto de la historia al presidente. Así que entre varios hombres se discutió la historia de Jim Blake hasta encontrarle pies y cabeza a la novela. Finalmente ésta se publicó en una revista y se convirtió en una película en 1936.
7. “Baby Shoes” – Ernest Hemingway’s
Más que una obra de la literatura, ésta es una anécdota que muchos califican como absurda. Según la leyenda, durante el almuerzo de la Mesa redonda de Algonquín, Ernest Hemingway apostó que podía crear un cuento completo, con inicio, desarrollo y final, con tan sólo seis palabras. Nadie creyó en lo que él aseguraba, así que todos comenzaron a apostar 10 dólares a que no podría lograrlo. Finalmente él tomó una pluma y escribió algo en una servilleta, pasó el papel por todos los comensales y ellos aceptaron su victoria.
“En venta: zapatos de bebé, nunca usados”. Ésa fue la historia que a Hemingway le costó más trabajo redactar en tan poco tiempo y con el mínimo vocabulario.
6. “Finnegans Wake” (1939) – James Joyce
Este autor terminó su novela después de 17 años, justo dos antes de su muerte en 1941. Lo más sorprendente es que durante ese periodo Joyce había perdido gran parte de su visión, por lo que le pidió ayuda a su amigo Samuel Beckett, a quien propuso dictarle su propia obra. Esa situación generó varios problemas al redactar su último ejemplar, pues cualquier cosa que Joyce dijera, tuviera que ver o no con el libro, Beckett lo anotaba pensando que era parte de la historia. Después de numerosas sesiones de corrección y edición “Finnegans Wake” fue terminada y hoy es considerada la mejor pieza de James.
5. “The Young Visiters” (1919) – Daisy Ashford
La novela sobre la sociedad victoriana de Ashford es considerada un clásico de la literatura, además de la base de muchas obras teatrales y una película. Pensar en la dificultad que la autora tuvo para crear el libro es inimaginable, pues ella tenía tan sólo 9 años cuando se dispuso a redactar este título.
4. “Washington Crossing The Delaware” (1936) – David Schulman
Schulman fue un prolífico escritor que contribuyó al mundo de la literatura con su habilidad para crear obras de arte a partir de las palabras. Su célebre poema de 14 líneas sobre Washington no fue la excepción, pues en cada una de sus rimas él incluyó un anagrama que cuenta la misma historia que el verso completo.
A hard, howling, tossing water scene.
Strong tide was washing hero clean.
“How cold!” Weather stings as in anger.
O Silent night shows war ace danger!
3. “Transcendence-Perfection” (1975) – Sri Chinmoy
Antes de su muerte en el 2007, Chinmoy escribió más de mil libros, 20 mil canciones y 115 mil poemas, pero eso no fue lo más impresionante de su carrera literaria. Lo que nadie comprende es cómo pudo redactar 843 poemas en 24 horas para terminar su obra, la cual no sólo fue compleja, sino la más rápida de la historia.
2. “The Diving Bell And The Butterfly” (1997) – Jean-Dominique Bauby
El editor de la revista “Elle” en su edición francesa sufrió de un accidente en el 95 que lo dejó en estado de coma. Cuando Bauby recuperó la consciencia su cuerpo entero quedó paralizado a excepción de su ojo izquierdo, pero eso no detuvo al escritor. Usando su mente lúcida y un sólo ojo, éll comenzó a trabajar en “The Diving Bell And The Butterly”. Durante las noches redactaba y editaba en su mente, esperando memorizar cada palabra para a la mañana siguiente verse con el editor, quien le deletreaba el abecedario completo cientos de veces para ir formando las palabras de su novela; misma que se convirtió en un bestseller en toda Europa.
1. “Gadsby” (1939) – Ernest Vincent Wright
En este caso, el mismo autor fue quien se propuso convertir a su libro en una de las obras más complejas de la historia. Wright decidió que la letra “E” jamás aparecería en su texto, por lo que tendría que hacer uso de un vocabulario excepcional para reemplazar cualquier palabra en la que apareciera esta vocal, por otra en la que no se utilizara.

10 CONSEJOS DE JULIO CORTÁZAR PARA ESCRIBIR UN CUENTO


1 – No hay leyes para escribir un cuento, solo puntos de vista
“Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes… no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable”.
2 – El cuento siempre tiene una unidad de impresión de una historia
El cuento es …una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia”… “Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el “clímax” de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos”.
3 – A diferencia de las novelas el cuento debe ser contundente
Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos”.
4 – En un cuento solo existen los buenos y malos tratamientos
…en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema”. “Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka”… “Un mismo tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego entre ciertos cuentos y ciertos lectores”.
5 – En un buen cuento se deben de saber manejar tres aspectos: significación, intensidad y tensión
…el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo… El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo… al punto que un vulgar episodio doméstico… se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo quemante de un orden social o histórico… los cuentos de Katherine Mansfield, de Chéjov, son significativos, algo estalla en ellos mientras los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va mucho más allá de la anécdota reseñada”… “La idea de significación no puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensión, que ya no se refieren solamente al tema sino al tratamiento literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar el tema. Y es aquí donde, bruscamente, se produce el deslinde entre el buen y el mal cuentista”.
6 – El cuento es un mundo propio
Señala Horacio Quiroga en su decálogo: Cuenta como si el relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento”.
7 – El cuento debe tener vida
…cuando escribo un cuento busco instintivamente que sea de alguna manera ajeno a mí en tanto demiurgo, que eche a vivir con una vida independiente, y que el lector tenga o pueda tener la sensación de que en cierto modo está leyendo algo que ha nacido por sí mismo, en sí mismo y hasta de sí mismo, en todo caso con la mediación pero jamás la presencia manifiesta del demiurgo”.
8 – El narrador no debe dejar a los personajes al margen de la narración
Siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta (aunque esa cuenta sea la mera explicación y no suponga interferencia demiúrgica) detalles o pasos de una situación a otra”. “La narración en primera persona constituye la más fácil y quizá mejor solución del problema, porque narración y acción son ahí una y la misma cosa… en mis relatos en tercera persona, he procurado casi siempre no salirme de una narración strictu senso, sin esas tomas de distancia que equivalen a un juicio sobre lo que está pasando. Me parece una vanidad querer intervenir en un cuento con algo más que con el cuento en sí”.
9 – Lo fantástico de un cuento solo se logra con la alteración de lo normal
El génesis del cuento y del poema es sin embargo el mismo, nace de un repentino extrañamiento, de un desplazarse que altera el régimen “normal” de la conciencia”… “Sólo la alteración momentánea dentro de la regularidad delata lo fantástico, pero es necesario que lo excepcional pase a ser también la regla sin desplazar las estructuras ordinarias entre las cuales se ha insertado…  la peor literatura de este género es sin embargo la que opta por el procedimiento inverso, es decir el desplazamiento de lo temporal ordinario por una especie de “full-time” de lo fantástico, invadiendo la casi totalidad del escenario con gran despliegue de cotillón sobrenatural”.
10 – El oficio del escritor es imprescindible para escribir buenos cuentos
…para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse este secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión… tanto la intensidad de la acción como la tensión interna del relato son el producto de lo que antes llamé el oficio de escritor”.

Leer mucho no es sinónimo de leer bien

Cada uno lee lo que quiere y como quiere, eso está claro. Si disfrutas leyendo y te sientes a gusto, quizá este artículo no es para ti. Hoy buscamos a aquellos que leen en forma intermitente, no logran terminar los libros sin esfuerzo, se aburren con facilidad o buscan ampliar sus horizontes lectores y no saben cómo. Todos somos lectores a nuestra manera, pero hay algunas maneras de mejorar nuestra relación con los libros.

Guarda un lugar y un momento para leer.

Lo hemos recomendado muchas veces, pero es necesario insistir. Si logras crear una rutina lectora, cada vez te será más fácil leer, además de que todo el mundo a tu alrededor sabrá que hay un momento al día que es solo para ti. Aunque no sea más que media hora, eso es suficiente para coger cierta soltura. Busca un lugar donde te sientas cómodo y deja allí tus libros. Ese será tu rincón lector. Tu santuario.

Todos los libros son buenos.

No tienes que empezar a leer todos los Premios Nobel ni a seguir las recomendaciones de los críticos literarios -incluyéndonos a nosotros-, o lo que veas que esté de moda. Si llevas mucho tiempo sin leer o nunca has tenido tiempo, es mejor que empieces con libros con los que te sientas cómodo. Si son novelas de aventuras, perfecto, si son relatos románticos, también. Que nadie te diga nunca que lo que lees no merece la pena.

No tengas miedo a leer clásicos.

Os acabamos de decir que no hace falta arriesgar con libros complicados, pero hay que probar de vez en cuando. Del mismo modo que los libros menos valorados son válidos, no debemos dejar de lado a los grandes clásicos sólo por miedo, o a libros muy premiados por pensar que serán aburridos o demasiado liosos. A veces cuesta entrar en un buen libro, pero al final merece la pena.

Puedes dejar de leer.

Sí, pese a todo, lo más seguro es que en un momento dado te encuentres con un libro con el que no puedas. Hay gente que es incapaz de dejar un libro a medias y siguen con él, como si fuera un castigo, solo para poder comprobar por sí mismos lo malo que es. No es necesario, de verdad. Si un libro os amarga la vida, dejadlo y coged otro que os haga olvidar el mal trago.

El mejor libro es el siguiente.

Sí, es una de las mejores cosas de ser lector: por mucho que os guste un libro, tened la certeza que ahí fuera hay uno igual de bueno o incluso mejor. Un libro que os transporte, que os hable al corazón, que os haga repensar el mundo tal y como lo conocéis; una vez te vuelves adicto a la lectura no hay vuelta atrás.

Conviértete en un ejemplo.

En la vida hay numerosas actividades que son saludables. Leer es una de ellas. Si lees de manera habitual, si das valor a los libros, conseguirás influir en aquellos que te rodean. Si les cuentas que se puede empezar a cualquier edad y que van a pasar ratos geniales, es posible que también compartan tus lecturas. Y aunque sólo fuera un rato al día os aseguramos que ya sería todo un éxito.
¿Y vosotros? ¿Qué opináis? ¿Se puede mejorar como lector y de paso atraer a los demás a la lectura? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

LA BIBLIOTECA PERFECTA DE DAVID BOWIE

El hábito hace al monje, reza el refrán. Y los libros, al intelecto. Cuando quedan ya escasas páginas para finalizar la lectura de una obra, el lector opone cierta resistencia a seguir pasando las páginas y dilata la tarea. Si el libro está destinado a dejar impronta en quien lo recibe, el lector lo sabe y saborea ese tránsito entre ese final y el comienzo de una nueva lectura. Lo que el individuo lee se refleja en la persona y es por ello que el listado de los 100 libros favoritos de David Bowie , que murió hace pocos días, aportan aún más luces acerca del pensamiento y del mundo interior del polifacético artista.
Si bien Bowie incluye en el listado clásicos como la Ilíada, de Homero, o El infierno de Dante Alighieri; en su amplia mayoría su biblioteca perfecta se compone de obras modernas, publicadas a partir del siglo XX. Entre otros hitos literarios, el músico reconoce la influencia de El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald; El gatopardo, de Lampedusa; El extranjero, de Albert Camus; 1984, de George Orwell, y Lolita, pieza cumbre del escritor ruso Vladimir Nabokov. Sus años en Berlín dejaron algunos títulos ambientados en la capital germana, como Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin (1929) e Historias de Berlín, de Christopher Isherwood. Sólo Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, son rescatados de entre las grandes novelas decimonónicas; ambas comparten un profundo retrato psicológico de sus protagonistas con una punzante críticas a la moral burguesa.
Entre la literatura norteamericana, su patria adoptiva en el último período de su vida, no faltan A sangre fría, de Truman Capote; En el camino, de Jack Kerouac, pionero de la generación beat; Paralelo 42, de John Dos Passos; Última salida para Brooklyn, de Hubert Selby Jr; Ruido blanco, de Don De Lillo; La conjura de los necios, de John Kennedy Toole; Herzog, de Saul Bellow, Vida metropolitana, de Fran Lebowitz
Sobre psicología, el listado incluye obras como The Divided Self, de R.D. Laing, y , de forma más indirecta, otras como Strange People, de Frank Edwards, y The Outsider, de Colin Wilson, que habla de distintas personalidades que se desmarcaron o destacaron en las sociedades de sus tiempos.
En materia musical, Bowie recomendaba la biografía de Little Richard, de Charles White, y Silencio, de John Cage.
En el apartado poético, no falta una selección de poemas de Frank O’Hara, Los cantos de Maldoror, de Conde de Lautréamont, ni otras piezas canónicas como La tierra baldía, de T.S. Elliot.
Bowie también dedicó horas de lectura a obras sobre las artes plásticas, otra de sus pasiones. En este ámbito, figuran el Diccionario de temas y símbolos artísticos, de James Hall; una recopilación de la revista satírica Private Eye; y los cómics de Beano yRaw.
El camaléonico artista también se dejó atrapar por publicaciones sobre historia. Entre otros textos, leyó La tragedia de un pueblo: la Revolución Rusa 1891-1924, de Orlando Figes; Todos los caballos del emperador, de David Kidd, y La otra historia de Estados Unidos, de Howard Zinn.
Fuente: lanacion.com.ar

Las 8 películas que te enseñarán a ser escritor


Pablo Neruda es un gran poeta, un gran escritor que un día se puso en contra de su gobierno y tuvo que huir. La única forma de adaptar la vida, o unos años, de este genio es no adaptándola. Pablo Larraín lo ha entendido y por eso su Neruda es una antibiografía del senador y escritor chileno, una película muy rara donde se mezcla el thriller, el realismo mágico y unas cuantas historias reales. Otra película más que nos enseña en qué consiste eso de escribir, de una forma tremendamente bella, además.
Escribir es fácil. Se necesita talento pero no es imprescindible porque también es una habilidad que puede adquirirse con mucho trabajo y mucha perseverancia. Escribir bien ya es otra historia. “Hay quien cree que escribir bien es saber dónde van los puntos y las comas”, decía Holden Caulfield. Efectivamente hay muchos elementos que debe tener un buen escritor: audacia, inteligencia, debe ser muy observador y perspicaz, habilidoso, romántico, sencillo, hábil… Y unos cuantos más.
Digamos que quieres ser escritor. “Un escritor profesional es un amateur que no se rinde”, decía Richard Bach… Y que además eres un cinéfilo empedernido. El cine es tu vida. El cine te ha enseñado a relacionarte con los demás, el cine te enseñó a ligar, el cine te ha acompañado siempre y gracias a él amas una profesión… Con el cine se puede aprender todo lo necesario para vivir y ser feliz, que es de lo que se trata. Y si quieres ser escritor en el cine hay mucho material para que uno aprenda a serlo:

PRIMERA LECCIÓN: CUALQUIER TIEMPO PASADO NO FUE MEJOR

No, el pasado no mola tanto como crees. En el pasado no se han escrito los mejores libros de la historia. El pasado es el culmen de lo artístico. Los artistas (muertos) que admiras son insuperables. Los contemporáneos como tú no tenéis nada que hacer frente a los clásicos. MENTIRA. El mundo evoluciona cada vez más rápido y generación tras generación hay muchísimo que aportar a la literatura. Nuevos formatos, nuevas maneras de consumir y de leer, una sociedad extraña y compleja que analizar… Lo viejo no es mejor. Asúmelo.
Lo aprendimos en… Midnight in Paris. Woody Allen nos habla de un escritor norteamericano que busca inspiración en Paris. Una noche tiene la suerte de viajar a los años 20 y conocer a sus ídolos, y de paso enamorarse, claro.

SEGUNDA LECCIÓN: NO TE AGOBIES CON LA PÁGINA EN BLANCO

Es normal que no siempre te salga lo que quieres escribir del tirón. Habrá días que no pares de rellenar folios y otros días donde tengas suerte si consigues juntar un par de frases. En estos momentos no hay que desesperarse. Huye de malas compañías, no te intentes acostar con la mujer de nadie para escapar de la monotonía y sobre todo no la asesines, claro. Intenta no verte con psicópatas y aléjate de la bebida. Si no nos haces caso probablemente tendrás una historia que contar, sí, pero viendo las flores crecer desde abajo.
Lo aprendimos en… Barton Fink. La película de los Coen protagonizada por John Turturro sobre un escritor que va a Hollywood a escribir un guión y que comienza a sufrir un terrible bloqueo mental. Todo empeora cuando conoce a su vecino de habitación un extraño vendedor de seguros.

TERCERA LECCIÓN: NO BUSQUES LA GRAN BELLEZA

Olvídalo. Nada será igual. Nada se parece a ese primer beso ni a las palabras que surgieron de tu boca, después. No busques escribir algo que se asemeje a esas sensaciones porque te vas ahogar en melancolía.
Lo aprendimos en… La gran belleza. La obra maestra de Paolo Sorrentino sobre un escritor llamado Jep Gambardella que tiene 65 años y que solo escribió un libro en su vida. Tanta belleza y decadencia para una gran lecció… quizá la más importante.

CUARTA LECCIÓN: CONSUMIR DROGAS, ¿SÍ O NO?

Asunto peliagudo, este. Nuestro deber es decirte que no, que son terribles y contraproducentes. Sin embargo, no podemos negar que pueden provocarte un viaje que te cambie para siempre, que te dé para un libro o con el que experimentes un estilo nuevo. A Hunter S. Thompson le funcionó. Eso sí, hay riesgo de muerte. Estás avisado.
Lo aprendimos en… Miedo y asco en Las Vegas. Terry Gilliam adaptó la novela de Thompson de la única forma en la que era posible adaptarla. Con una mirada delirante. Algunos la tacharon de imbecilidad… Así que, repetimos… Tú dirás.

QUINTA LECCIÓN: SI QUIERES ADAPTAR, ADAPTA TU ADAPTACIÓN

Menudo lío ¿no?. Lo explicamos. La mejor forma de adaptar una obra ya hecha, por ejemplo, de escribir un guión basado en una novela, es adaptar el proceso de escritura para adaptar dicha obra y al final convertir tu texto en una obra independiente al que ibas a adaptar.
Lo aprendimos en… Adaptation (El ladrón de orquídeas) Como no te habrás enterado de nada de lo que hemos puesto en el anterior párrafo lo mejor es que veas esta obra maestra con guión de Charlie Kafuman. Ojo, que Nicolas Cage hace un papel doble y está inmenso, en ambos.

SEXTA LECCIÓN: NO TE ENAMORES DE TU OBRA

Que corra el aire. Puede ser por simple ego o también porque escribir es una profesión muy solitaria pero por lo que más quieras no te enamores de los personajes a los que das vida porque entonces vas a entrar en una capítulo de tu vida demasiado oscuro cuyo final es ir al psiquiátrico y no queremos eso, ¿verdad?
Lo aprendimos en… Ruby Sparks. En esta película Paul Dano es un escritor que escribe sobre una chica que un día aparece en su casa y de la que por supuesto se enamora. Porque, claro, todo lo que escribe de ella se hace realidad. Antes de que comencéis a frotaros las manos recordar que estas cosas nunca acaban bien.

SÉPTIMA LECCIÓN: LO IMPORTANTE ES EL CÓMO

“Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras”. Lo dice Truman Capote. Y tiene mucha razón. En un libro puedes contar muchas cosas, muy divertidas, muy alucinantes, pero hay que contarlas bien. A veces se cuentan tan bien, que lo que pasa acaba por no importar un carajo.
Lo aprendimos en… Capote, claro. La película de Capote es un maravilloso retrato de cómo este genial escritor hizo su obra magna, A sangre fácil. El crimen ya era escalofriante pero cómo el escritor viaja a Kansas para demostrar que la realidad puede ser tan apasionante como la ficción es toda una lección de periodismo que perdura hasta nuestros días. Y claro la interpretación de Philip Seymour Hoffman es lo que faltaba para dejar tiritando al respetable.

OCTAVA LECCIÓN: CUIDADO CON LOS ENCARGOS

Primero, ten mucho cuidado con los encargos. Es decir, intenta rechazar, salvo que estés muy mal de dinero, escribir memorias para otros, escribir novelas para que las firmen otros… Y sobre todo si la persona que estaba haciendo tu trabajo murió, en ese caso lo mejor es que huyas del país. Segundo, ten mucho cuidado con quién te hace el encargo, no es lo mismo Ana Rosa Quintana que Pau Gasol, para que nos entendamos.
Lo aprendimos en… El escritor. Un thriller de Roman Polanski lleno de tensión en el que un escritor, Ewan McGregor acepta terminar las memorias del primer ministro británico (Pierce Brosnan). De repente acusan al ministro de un crimen de guerra. La cosa, claro, se complica. Es más, se retuerce.
Fuente: cinemania.es

El padre de la birome


Podría decirse que Ladislao José Biro (1899-1985) cambió la forma de escribir de medio mundo con su invento: el bolígrafo. Este periodista de profesión, nacido en Budapest, sacó adelante su proyecto de pluma antimanchas en Argentina. En este país los bolígrafos se siguen llamando birome, una marca que surgió de la mezcla de su apellido con el de su socio, Meyne. Este 29 de septiembre se cumplen 117 años de su nacimiento.

La pluma de extremo afilado dio a Ladislao José Biro la fama mundial, pero además de sus actividades en el campo tecnológico —también inventó una máquina para lavar ropa— fue escritor y pintor, el Museo de Bellas Artes de Budapest conserva alguna de sus obras. "Era un hombre culto que estudiaba con profundidad lo que le interesaba", le definen en la página web de la Fundación Biro.

"Mi padre fue también periodista y redactaba una columna en una revista de vanguardia de Budapest. Habitualmente usaba una lapicera fuente Pelikan que manchaba o no escribía cuando más lo necesitaba. Observando cómo la revista se imprimía decidió que ese rodillo, que era capaz de tirar tinta sin manchar, debía reducirse para uso manual: una pequeña esfera en un tubo capilar, con una tinta especial que fluyera por la fuerza de gravedad y se secara instantáneamente en el papel", rememora su hija Mariana Biró, fundadora de esta organización creada como un medio para el desarrollo de la capacidad inventiva argentina.

Ladislao José Biro trabajó con su hermano, György Biro, un químico, para desarrollar un nuevo tipo de pluma compuesta de una bola y que seguía los principios de funcionamiento de un rodillo de papel de periódico que transfiere una imagen entintada.


El primer prototipo del bolígrafo fue presentado en la Feria Internacional de Budapest en 1931 y se terminó patentando el invento en 1938.

Hablar y escribir bien: el «dequeísmo».


El «dequeísmo» es el uso indebido «de la preposición de delante de la conjunción que cuando la preposición no viene exigida por ninguna palabra del enunciado», nos recuerda el DPD.
Se incurre en «dequeísmo» en los siguientes casos:
a) «Cuando se antepone la preposición de a una oración subordinada sustantiva de sujeto. El sujeto de una oración nunca va precedido de preposición».
Así pues, son incorrectas oraciones como:
Me alegra de que sean felices (correcto: «Me alegra que sean felices»).
Es seguro de que nos ama (correcto: «Es seguro que nos ama»).
Le preocupa de que aún no lo hayas leído (correcto: «Le preocupa que aún no lo hayas leído»).
Es posible de que llueva mañana (correcto: «Es posible que llueva mañana»).
• Algunos de estos verbos exigen un complemento precedido de la preposición de cuando se usan en forma pronominal (alegrarse, preocuparse, etc.). En tal caso, el uso conjunto de la preposición y la conjunción es obligatorio.
Ejemplos:
Me alegro de que sean felices (incorrecto: «me alegro que sean felices»).
Me preocupo de que no les falte dinero (incorrecto: «me preocupo que no les falte dinero»).
b) «Cuando se antepone la preposición de a una oración subordinada sustantiva de complemento directo. Esto ocurre, sobre todo, con verbos de “pensamiento” (pensar, opinar, creer, considerar, etc.), de “habla” (decir, comunicar, exponer, etc.), de “temor” (temer, etc.) y de “percepción” (ver, oír, etc.). El complemento directo nunca va precedido de la preposición de».
Me dijeron de que se iban para otra ciudad (correcto: «Me dijeron que se iban para otra ciudad»).
Temo de que no llegues (correcto: «Temo que no llegues»).
He oído de que te vas (correcto: «He oído que te vas»).
c) Cuando la preposición de se antepone a una oración subordinada cuya función es la de atributo en oraciones copulativas con el verbo ser. Por regla general este complemento no va precedido de preposición, de modo que son incorrectas oraciones como:
Mi intención es de que vayamos todos (correcto: «Mi intención es que vayamos todos»).
d) Cuando la preposición de se inserta en locuciones conjuntivas que no la llevan:
Ejemplos:
A no ser de que (correcto: «A no ser que»).
A medida de que (correcto: «A medida que»).
Una vez de que (correcto: «Una vez que»).
e) Cuando se emplea la preposición de en lugar de la que exige el verbo.
Ejemplos:
Insistieron de que fuera con ellos (correcto: «Insistieron en que fuera con ellos»).
Me fijé de que llevaba pantalón (correcto: «Me fijé en que llevaba pantalón»).
• Los verbos advertir, avisar, cuidar, dudar e informar pueden escribirse, en sus acepciones más comunes, de dos formas: advertir algo a alguien y advertir de algo a alguien; avisar algo a alguien y avisar de algo a alguien; cuidar algo o a alguien y cuidar de algo o alguien; dudar algo y dudar de algo; informar algo a alguien (en América) e informar de algo a alguien (en España). Por tanto, con estos verbos, la presencia de la preposición de delante de la conjunción que no es obligatoria.
• Un procedimiento que en muchos casos resulta útil para determinar si ha de emplearse la secuencia «preposición + que», o sencillamente «que», consiste en transformar en interrogativo el enunciado dudoso.
Si la preposición debe encabezar la pregunta, aquella se mantendrá en la modalidad enunciativa. Si la pregunta no lleva preposición, esta tampoco se empleará en la modalidad enunciativa.
Ejemplos:
¿De qué se preocupa? (Se preocupa de que…).
¿Qué le preocupa? (Le preocupa que…).
¿De qué está seguro? (Está seguro de que…).
¿Qué opina? (Opina que…).
¿En qué insistió el alumno? (Insistió en que…).
¿Qué dudó o de qué dudó el jefe? (Dudó que… o dudó de que…).
¿Qué informó o de qué informó el presidente? (Informó que… o informó de que…).
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Escritura y poder

Según Habermas, a fines del siglo XVIII nació la opinión pública en cafetines en los que la gente se reunía a conversar sobre temas que iban más allá de su vida cotidiana. En esas tertulias se discutía cualquier tema, sin necesidad del permiso de autoridades civiles o eclesiásticas, y prevalecían los argumentos sobre los linajes y los títulos. Nació el Pensamiento Ilustrado que se nutrió también con los libros y periódicos liberales que enfrentaron al oscurantismo. Apareció un nuevo poder: la opinión de la gente común. La opinión pública evolucionó en lo sucesivo al ritmo de los adelantos tecnológicos, transformó los valores de la gente, las normas del juego democrático y terminó invadiendo todos los resquicios de la realidad. 

A fines del siglo XIX y principios del XX, los inventos transformaron al mundo. Apareció la radio, que incorporó a la política a millones de personas que se encandilaron con los discursos y la política de la palabra. Después llegó la televisión y la comunicación política giró en torno a la imagen física. Hacia fines del siglo XX aparecieron internet y las redes sociales, y pasamos a la política de las sensaciones. Algunos creyeron que morirían los libros y los medios impresos, sin darse cuenta de que, desde hace miles de años, la escritura está en la base del progreso de la especie. Es cierto que actualmente la mayoría se comunica a través de las redes sociales, y que los niños construyen su realidad en pantallas, pero es imposible comprender algo de esto sin estudiar cómo son nuestros procesos de conocimiento, cómo interactuamos con las máquinas, cómo cambian permanentemente nuestra percepción del mundo. Los youtubers y el Twitter tienen una enorme influencia en esta sociedad, pero no se puede estudiarlos leyendo tuits.

Para comprender este mundo líquido, necesitamos leer libros de autores como Daniel Kahneman, Malcolm Gladwell, Christopher Chabris y Daniel Simons, Román Gubern, y una enorme bibliografía de otros autores contemporáneos. Es cierto que nos comunicamos y tomamos decisiones con lo que Kahneman llama el “pensamiento rápido”, pero no es posible comprender la realidad y transformarla sin la reflexión, el análisis y el pensamiento lento, que se desarrollan con la escritura. Si todos nos reducimos a leer y producir tuits, se detendría el progreso de la especie. 

Tampoco podemos aspirar a una sociedad de números, manejada por computadoras. Ellas no tienen la capacidad de crear, de dudar de sí mismas y de ser transgresoras. Karl Popper decía que tal vez los ordenadores respondan a todas las preguntas posibles, pero nunca serán capaces de formular nuevas preguntas. Su memoria es fría, indiferente a los contenidos. Nuestros recuerdos, en cambio, nos entristecen, nos alegran, nos indignan, se vinculan con nuestros mitos, intereses y emociones. Cuando escribimos nos obligamos a ordenar lo que pensamos, sufriendo el enfrentamiento entre nuestros sentimientos y la racionalidad.

 No se puede comprender un país sin leer. Los mensajes de texto y los tuits sirven para que la gente se comunique pero no para pensar. En el pasado, cuando parecía que existían verdades permanentes, era más fácil predicar. Ahora es indispensable leer, escribir, intercambiar ideas, cuestionar permanentemente y sin prejuicios todo lo que nos rodea. Tenemos que entender la vida líquida de la que habla Zygmunt Bauman, en la que “la única certeza es la certeza de la incertidumbre. Estamos condenados a intentar comprendernos a nosotros mismos y a los demás, una y otra vez, siempre de forma inconclusa, destinados a comunicar, con y para el otro”. Para salir adelante, se necesita que muchos escriban y aprendan a debatir sin perseguir consensos, respetando la diversidad y aportando ideas desde los puntos de vista más distintos. Buenos Aires tiene el privilegio de alojar a decenas de intelectuales y periodistas de primer nivel que pueden participar de esta tarea y sólo los medios escritos tienen la capacidad de dar el espacio para ese debate indispensable. 

Jaime Durán Barba: Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino. 

Fuente: Perfil

“Corregir y corregir es el secreto de la escritura”

Rómulo y Rosario son dos hermanos que se encuentran a compartir algo más que unos días en una casa de campo. La apertura de una caja con recuerdos y apuntes invitará al lector a recorrer el devenir de estas vidas, pero, sobre todo, por las miradas diferentes que cada uno tiene después del paso de varias décadas. En ese punto, será determinante la presencia de un psicoanalista francés, Pascal Lemonnier, con quien Rosario se analizó en París, en su adolescencia y con el que vuelve a hacerlo muchos años después ("Las sesiones con Lemonnier podían ser una hoja en blanco, utilizarse como envoltura, revestimiento, origami, pero nunca pedían descansar en paz").
Silvia López es doctora en Psicología Clínica, trabaja como psicoanalista y es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Diván francés es su tercera novela. En 2012, publicó Cálculo y presentimiento y un año más tarde, El cerco rojo de la luna.
López estuvo en la redacción de Infobae y en esta entrevista cuenta cómo abordó su última historia, cuánto la marcó la lectura de La montaña mágica, de Thomas Mann y cómo una profesora que en el colegio secundario le dio a leer a Sigmund Freud fue clave en la elección de su profesión.
"Siempre escribí y en algún momento comencé a publicar; siempre leí y escribí e iba juntando papeles que después fueron tomando un poco de forma y de a poco fui publicando", cuenta López apenas comienza la charla. Explica cómo su profesión le fue dando paso a la escritura: "Los papeles estaban, pero no tenían la forma exacta que yo quería y entonces comenzaron a ser corregidos. Escribir tiene que ver con eso: corregir y corregir hasta lograr un texto que te guste, ese es el secreto. Tenía papeles y papeles".
—La relación entre la literatura y el psicoanálisis es viejísima. ¿Cómo conviven en usted?
—Cuando yo empecé a leer Freud, en el colegio, fue porque tuve la buena suerte de que una profesora lo presentara. Trajo La interpretación de los sueños y dio unas clases interesantes. Ahí me comencé a meter en el psicoanálisis. Yo iba a estudiar física, que era lo que me gustaba, pero ahí me desvié. Leyendo Freud vi su relación con la literatura y los mitos, vi su vínculo con Thomas Mann y entonces empecé a leer La montaña mágica, que es un texto que me marcó y está en todas las novelas que escribo; en esta también aparece una ráfaga.
—¿Son dos profesiones dispares?
—No sé, yo leo. No son tan dispares, los psicoanalistas siempre tenemos un rinconcito para la lectura y, muchos, para la escritura también. Muchos colegas tienen esa pasión y tienen sus cuadernillos guardados o sus poemas. Es un vínculo bastante estrecho.
—El psicoanálisis debe tener una gran capacidad de escucha y la literatura también debe tener un oído atento…
—Es posible. Lo que tenés en común son las vidas, cuando escuchás las historias de una vida que nunca son las que escribís. Se trata de una trama histórica y de un paisaje.
 Un hermano es el testigo de tu historia
—Usted trabaja en la novela la relación entre hermanos, que es una relación de amor muy particular. ¿Por qué eligió narrar sobre ella?
—No la elegí. Cuando comienzo a escribir, me sorprendo de lo que aparece. Me parece interesante la relación entre hermanos, porque siempre hay una historia detrás que involucra a los padres y porque un hermano es el testigo de tu historia. Eso es como ir a buscar el testimonio en el otro, por eso me interesó, pero apareció bastante casualmente, no fue consciente. Quién otro puede contar la historia de uno, que siempre va a ser otra. Acá también, confrontan y buscan en esa caja de fotos, que puede ser un poco trillado el mecanismo de buscar en una caja de fotos, pero me pareció que estaba bien revolver eso y que empiece a aparecer algo del pasado común, que es común hasta cierto punto, porque tenés un pasado en común con tu hermano hasta cierto lugar; están sus fantasmas y los tuyos. Hay poco recuerdo en común, algunos son compartidos pero vistos desde un lugar diferente del living o sentados en otro lugar en la cocina, siempre tienen un ángulo diferente.
—En el caso de los hermanos de su novela, incluso tienen visiones muy divergentes de la madre.
—Uno es el protector de la madre, la hermana mujer es la de la disputa, la de la confrontación con esa madre especial, porque a esos hermanos les tocó una madre especial. Es una madre hecha de letras, no es del todo una madre. Es una madre que, a veces, es una madre y, a veces, está contando un cuento. En general, está contando un cuento o siendo la protagonista de una novela, no es una madre del todo en su función y, sin embargo, opera perfectamente como tal, en ningún momento deja de serlo.
Portada de “Diván francés”, de Silvia López.
Portada de “Diván francés”, de Silvia López.
—Creo que más que por las letras está absorbida por el arte.
—También aparece la ópera, pero sobre todo la literatura, eso es lo que a ella le interesa y por lo que vive su vida. Por eso la influencia en la chiquita, que va dando vueltas por el mundo hasta encontrar el lápiz para sentarse a escribir.
—¿La madre está moldeada por la literatura y el arte o la relación con sus hijos está mediada por ellos?
—No está mediada, no encuentro que esté mediada sino que está influenciada. Cada escenario familiar para esa madre remite a algo: si sufre, es Madame Bovary la que sufre, es ella identificada con un personaje y la hija observando esa posición de la madre, más como mujer que como madre, siempre preocupada por los engaños del padre.
 “Rayuela” es un libro angustioso
—Hay referencias al Rayuela de [Julio] Cortázar. ¿Qué lugar ocupó en su formación?
—Fue importante también, no tanto como La montaña mágica, pero fue importante. Es un libro angustioso que leí en la adolescencia, que es la edad de Rayuela, por lo menos para mi generación. Un libro angustioso que despertaba mucha curiosidad. Hace poco vi una entrevista a Cortázar que decía que no se explica bien por qué Rayuela impacta en los adolescentes de esa manera tan importante y tan brutal, como es el caso de la chiquita de la novela.
—¿Será por La Maga?
—Sí, pero hay un misterio al doblar la esquina y todo el tema de París, que siempre atrapa tanto; esa ciudad que todo el mundo añora, que todo el mundo admira. Hay mucho mito sobre eso y para los chicos también.
—¿Cómo trabaja con el lenguaje y la estructura formal?
—Las historias están hechas de lenguaje, tanto en la literatura como en el psicoanálisis. A mí me importan los párrafos bien hechos, me importan más que la trama y me importa el clima que se arma y que podés transmitir a través del lenguaje. Qué atmósfera le armás al lector: eso es lo que me interesa. En el fondo, soy como una cineasta que nunca pudo serlo. Me importa armar una atmósfera e invitarte a pasar, porque, finalmente, cuando te sentás a leer, buscás algo así. Yo respeto el viaje que significa la literatura, el pasaje a otra historia que no es la tuya, con la que igual te sentís identificado, porque si no, dejás el libro a un lado. ¿Quién se acuerda de la historia de "El Aleph"? ¿Se acuerda la gente de la pasión que él tenía, de su dolor por la pérdida de Beatriz Viterbo? No, la gente se acuerda de ese sótano, con lo poco que hay que decir de un sótano; es poco interesante un sótano y ahí está "El Aleph", ahí [Jorge Luis] Borges hace circular todas esas imágenes que te conmueven y es lo que quedó de ese cuento. Quedó más que la historia de ellos, quedó más de Argentino Daneri. Hay que armar un clima, eso es lo que es bueno para apreciar cuando uno lee un libro.