LA BIBLIOTECA PERFECTA DE DAVID BOWIE

El hábito hace al monje, reza el refrán. Y los libros, al intelecto. Cuando quedan ya escasas páginas para finalizar la lectura de una obra, el lector opone cierta resistencia a seguir pasando las páginas y dilata la tarea. Si el libro está destinado a dejar impronta en quien lo recibe, el lector lo sabe y saborea ese tránsito entre ese final y el comienzo de una nueva lectura. Lo que el individuo lee se refleja en la persona y es por ello que el listado de los 100 libros favoritos de David Bowie , que murió hace pocos días, aportan aún más luces acerca del pensamiento y del mundo interior del polifacético artista.
Si bien Bowie incluye en el listado clásicos como la Ilíada, de Homero, o El infierno de Dante Alighieri; en su amplia mayoría su biblioteca perfecta se compone de obras modernas, publicadas a partir del siglo XX. Entre otros hitos literarios, el músico reconoce la influencia de El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald; El gatopardo, de Lampedusa; El extranjero, de Albert Camus; 1984, de George Orwell, y Lolita, pieza cumbre del escritor ruso Vladimir Nabokov. Sus años en Berlín dejaron algunos títulos ambientados en la capital germana, como Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin (1929) e Historias de Berlín, de Christopher Isherwood. Sólo Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, son rescatados de entre las grandes novelas decimonónicas; ambas comparten un profundo retrato psicológico de sus protagonistas con una punzante críticas a la moral burguesa.
Entre la literatura norteamericana, su patria adoptiva en el último período de su vida, no faltan A sangre fría, de Truman Capote; En el camino, de Jack Kerouac, pionero de la generación beat; Paralelo 42, de John Dos Passos; Última salida para Brooklyn, de Hubert Selby Jr; Ruido blanco, de Don De Lillo; La conjura de los necios, de John Kennedy Toole; Herzog, de Saul Bellow, Vida metropolitana, de Fran Lebowitz
Sobre psicología, el listado incluye obras como The Divided Self, de R.D. Laing, y , de forma más indirecta, otras como Strange People, de Frank Edwards, y The Outsider, de Colin Wilson, que habla de distintas personalidades que se desmarcaron o destacaron en las sociedades de sus tiempos.
En materia musical, Bowie recomendaba la biografía de Little Richard, de Charles White, y Silencio, de John Cage.
En el apartado poético, no falta una selección de poemas de Frank O’Hara, Los cantos de Maldoror, de Conde de Lautréamont, ni otras piezas canónicas como La tierra baldía, de T.S. Elliot.
Bowie también dedicó horas de lectura a obras sobre las artes plásticas, otra de sus pasiones. En este ámbito, figuran el Diccionario de temas y símbolos artísticos, de James Hall; una recopilación de la revista satírica Private Eye; y los cómics de Beano yRaw.
El camaléonico artista también se dejó atrapar por publicaciones sobre historia. Entre otros textos, leyó La tragedia de un pueblo: la Revolución Rusa 1891-1924, de Orlando Figes; Todos los caballos del emperador, de David Kidd, y La otra historia de Estados Unidos, de Howard Zinn.
Fuente: lanacion.com.ar