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Experiencia

Portapluma artesanal en Cedro
con pluma de avestruz



La escritura reduce el atractivo ejercido dioses porque se torna cada vez menos plausible; la dimensión gráfica de lo invisible es más difícil de aceptar.

El nada no puede escribirse, no puede llenar el espacio con un signo. Aún cuando al nada corresponda un signo, esto no distingue la absoluta ausencia de algo que lo evoque o directamente lo configure por contraposición: a un trazado de la realidad se contrapone la ausencia de toda idea que pueda intuir el vacío (que es, entre los griegos, la imagen de la nada).

La escritura reduce el alcance de la expresión a lo visible, a lo tangible o a lo intuitivo, a algo que pueda hallar su equivalente, al menos en un aspecto de la experiencia.

la escritura

La escritura es un ejercicio de la mano, aunque detrás de la mano vigila la mente. La trayectoria que signa el largo aprendizaje por parte del hombre de la expresión -del silencio ancestral a la formas articuladas de convención comunitaria- se configura como el resultado de un complejo proceso de adaptación cultural. 

La escritura refleja tanto la tensión cognoscitiva como la filigrana de las creencias y de los rituales con los cuales se regulan, en el tiempo, las relaciones entere los individuos y los grupos.

La escritura sanciona los propósitos de la acción y los hace adecuados al logro de un fin, que no es siempre considerado salvador, lo que significa que la escritura responde no sólo a la pretensión del hombre de instaurar convenciones con las cuales describir el mundo, sino también a su deseo de transgredirlas.

La escritura nace como una aspiración generalizada a la expresión. Ella refleja las características distintivas del hombre tendientes a distraer la atención de la realidad o, lo que es peor, la puede deformar.-