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La palabra vivida

Composición fotográfica Walter Ricci


En un principio, cuándo estemos bajo el síndrome de la hoja en blanco, y luego los resultados a los que lleguemos no satisfagan a otros, ni a nosotros mismos, estaremos siempre convencidos de que somos escritores, que nuestra necesidad de escribir aflora de nuestra más íntima posibilidad de existencia.

La disponibilidad interior hacia la literatura, -concebida como modo de realización superior- no encuentra sustento en la promesa de un inequívoco logro venidero. Se nutre en la experiencia efectiva de un goce que también es compulsión y obsesión, transformado en un encuentro con la palabra vivida como relación suprema y simultánea entre lo hermoso y la verdad.

Esa palabra no sólo se ha manifestado como instancia culminante del espíritu, se ha revelado a sí mismo como la única a cuyo contacto uno se siente respirando con libertad.-

PULIR EL CARBÓN

Muchas personas creen que escribir consiste en fijar en un papel el pensamiento o la palabra interior y entienden la escritura sólo en una de sus funciones, la de guardar información. Cuando tienen que elaborar un texto, apuntan una idea y ponen punto final cuando se acaba la imaginación.

Los escritores saben que la materia en bruto del pensamiento debe trabajarse, así como el carbón logra convertirse mediante el trabajo continuo y constante del pulido, en un brillante diamante. Es necesario concebir a la escritura como un instrumento para desarrollar ideas. Aclarar y ordenar información que sea entendida por la mayoría de la gente que lee o escucha. Esto comienza por entender uno mismo lo que escribe. Alguna vez escuche que las ideas son como plantas que hay que regar para que crezcan.

ORALIDAD Y ESCRITURA

Entre los lingüistas existe lo que se ha denominado el mito de la escritura, según el cual ésta no sería más que un procedimiento del que nos servimos para "inmovilizar, fijar el lenguaje articulado en su esencia".

Los lingüistas afirman que "el código escrito es secundario en relación con el código oral que es la lengua", por lo cual la escritura estaría fuera de la lengüística. Esto significaría limitar el fenómeno en medida intolerable: no sólo la escritura desbordada en forma notable y estatuariamente del lenguaje oral, sino del lenguaje mismo, limitándolo a una mera función de la comunicación.

Su relación originaria con el lenguaje oral es en muchos aspectos oscura, dado que tenemos el caso del ideograma, por ejemplo, transcribe un gesto, que representa en sí mismo el signo de una acción. Pero también la escritura ha tenido y tiene otras funciones comunicativas.

Además por estar ligada a las manos, la escritura fisiológicamente fuera del aparato facial de la fonética, y el
cuerpo no puede incidir sobre ella del mismo modo que sobre la palabra. De esta forma podríamos decir que siempre existiría una fractura social entre la palabra y la escritura.