¿Es el
periodismo una rama inferior de la literatura, o se trata, sencillamente, de
una actividad Intelectual que sólo guarda semejanza externa con el cultivo de
las bellas letras?
La cuestión es antigua y ha motivado ardientes
controversias sin alcanzar soluciones satisfactorias para nadie.
Y las explicaciones son estas. No hay
periodista que admita su confinación en un rango subalterno de las profesiones
no manuales: como raro es el escritor que no considere desdeñosamente al periodista… siempre
desde luego, que no le sea necesario por razones de propaganda fáciles de
comprender. Claro que nos referimos a los autores y periodistas “puros”, es
decir, clausurados en su oficio y exentos promiscuidades y contaminaciones.
Mencionamos en este caso a los periodistas que
son escritores y viceversa, estos esquivan diestramente una polémica enojosa dado que se han emplazado en un “modus
vivendi” conciliador que le permite hacer fuego por ambas partes sin ofenderse recíprocamente.
Pero es lícito emitir una conclusión. El
periodismo va siendo cada vez menos literario y, por consiguiente, se alejan y
atenúan las semejanzas que aproximan ambas profesiones. Hace algunas décadas atrás, no
se podía ser periodista sin poseer sólidas cualidades de escritor.
Actualmente, en la era de lo virtual, de la
inmediatez, del diarismo informativo y sensacionalista hay que reconocer que la
literatura estorba en las redacciones de los diarios, las radios y la
televisión. Y esto es una solución tan buena como cualquier otra. Con la
ventaja de que se ha propuesto por sí misma y en la realidad.
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