Despertemos nuestra propia SEMILLA

¿Sabemos lo que llevamos en el interior?, ¿sabemos quién somos?, ¿cuáles son nuestros dones?

Nuestro propósito será, pues, madurar nuestro tiempo para preparar la tierra fértil y plantar la semilla.

Son días para plantar y plantarnos, para sembrar si queremos cosechar, para buscar el suelo más fértil donde esa SEMILLA pueda crecer, sana, y para que la luz del sol y el agua sean su alimento. 

SEMILLA también simboliza la intención, la manera en como la gestamos depende de nuestros pensamientos: La SEMILLA cargada con un deseo verdadero pasa a ser el enfoque de la geminación.

Simboliza también el romper el cascarón y la predisposición que tengamos (o no) a ello; vencer nuestros miedos más profundos y arraigados… ¡cortarlos de raíz! 

El miedo sólo nos limita, nos coarta nuestro crecimiento al mantenernos ligados a él. Recordemos: Dentro de cualquier semilla está la intención de una flor en su plenitud. Toda posibilidad existe dentro de una semilla. 

Una cara en sombra de la SEMILLA es no confiar, ser insegura. De manera que si plantamos nuestra semilla con la intención equivocada, con la inseguridad, posiblemente los resultados sean otros. 

Otra sombra de SEMILLA es el miedo, es no largar al exterior lo que hay dentro… es nunca querer crecer, florecer, siempre dejando las cosas “para más adelante”. Y resulta que ese momento idealizado, no termina de llegar…

La falsa comodidad, el letargo, el encontrarse bajo tierra y bajo una aparente protección, lo que en realidad genera es que te pierdas las oportunidades que afuera te están esperando y que los nuevos horizontes no nunca lleguen. 

No es conveniente esperar que alguien haga las cosas por uno; es uno mismo quien debe germinar la propia semilla… el despertar debe nacer de uno y hacia uno mismo. 

¡Por eso, plantemos nuestra SEMILLA! ¡Intencionemos nuestras acciones, intencionémoslas con alegría y entusiasmo! Permitámonos crecer y evolucionar al ritmo de la SEMILLA, hagamos posible la creación y gestación, desde nuestra voluntad, rompamos el cascarón, venzamos nuestros miedos y animémonos a ser esa hermosa flor que todos llevamos dentro. Seamos pacientes a la hora de sembrar, no pretendamos resultados instantáneos, entendemos que cada pequeña cosa tiene su propio tiempo y proceso. Atinar el momento de florecer es estar atentos, despiertos…

La semilla solo tiene que desarrollar lo que tiene dentro. No necesita esforzarse o parecerse a otros. Su función es crecer y florecer.

Si supieramos cómo hacerlo sería bien fácil, porque no haría falta rebelarse ni tampoco someterse, por supuesto. Solo ser uno mismo.

Ni siquiera haría falta tomar decisiones, sino colocarse interiormente. Y a partir de ahí, saber recibir el agua-emociones, la tierra, el aire y el sol. Observemos lo que ocurre. Es todo un aprendizaje.

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