Todo pasa...


Los recuerdos se mezclan entre sueños y esperanzas. Me doy cuenta que los años han pasado. El recuerdo se encarga de repasar cada escena mientras reviso los distintos papeles, recibos de sueldos, credenciales, lectura de una que otra nota, tarjetas o simplemente, cuando camino aquellas mismas calles, donde todo comenzó.

En cada una de ellas surgen los fantasmas de nuestros pensamientos y pasamos de una escena a otra, de una vida a otra donde el todo se confunde con el presente y el dolor muchas veces me penetra el alma.

El dolor y la alegría se funden en una sola cosa y cuando miro el reloj, me doy cuenta de que sólo quedan ya, minutos para la eternidad.

Las palabras del mundo antiguo pasan por uno dando señales, mientras los fantasmas, junto al grito del viento, van penetrando en la carne.

Caminamos por este mundo, dando vueltas y buscando explicaciones y no recapacitamos en que en la simpleza de la naturaleza aparecen escritas todas las cosas. Todo pasa...

Cada hombre es importante y cada niño representa una historia por ser, que muchas veces ha sido dejada de lado, olvidada, sin comprender, en nuestro alocado vivir, que necesitaba más espacio, más libertad de expresión, más comprensión.

Todos somos marionetas de Dios, del diablo o del destino. Nada es absoluto, ni eterno y la muerte esta constantemente agazapada ante nuestros ojos. Pero cuando cada cosa se vive intensamente, no existe la muerte.

Cada acción es como si fuera la última y en ella también nuestro mundo en un pasado que nunca cesa y en un futuro que nunca empieza, viviendo un presente que parece nunca acabar.


Existen personas que como semillas son transportadas por el viento. No pertenecen a su tierra, como tampoco pertenece su lealtad. Tanto el clima de su cuerpo como el de su alma son otro.

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