"Conversación en
Princenton" reúne un curso reciente dictado por Mario Vargas Llosa. El
libro analiza el método creativo del Nobel peruano a partir de cinco de sus
obras. Un apartado plantea el debate acerca de hasta qué punto un novelista
debe apegarse a la verdad histórica.
El volumen recopila las clases
que Mario Vargas Llosa dictó junto con el profesor Rubén Gallo.
De las dos categorías en las
que Borges dividía a los novelistas, aquellos que se interesan por los
"procedimientos de la novela" y los que reparan más en "la vida
y el destino de sus personajes", Mario Vargas Llosa podría ser ubicado en
la primera. Desde siempre ha sido un apasionado de la técnica literaria, que
profundizó leyendo a Faulkner con lápiz y papel, y un paladín de la constancia
y la escritura metódica, a imagen del heroico Flaubert. Su obra ensayística
está sembrada de ideas y opiniones sobre el oficio y al menos uno de sus
libros, el entretenido Cartas a un novelista (1997), trata en exclusiva acerca
de la sabiduría creativa que acumuló en seis décadas de profesión y docencia
universitaria.
El último libro que publicó va
en la misma línea. Es la recopilación del curso que impartió en la
estadounidense Universidad de Princeton junto con el catedrático Rubén Gallo, a
un grupo de alumnos con los que ambos debatieron el proceso de escritura del
Premio Nobel de Literatura 2010.
En el volumen, titulado
Conversación en Princeton (Alfaguara), se toman cinco obras de Vargas Llosa -
la impresionante Conversación en la catedral, junto con Historia de Mayta,
¿Quién mató a Palomino Molero?, La fiesta del Chivo y El pez en el agua-, como
excusa para debatir la relación entre historia y ficción.
Al presentar la obra en
Madrid, Vargas Llosa explicó que, antes de empezar a escribir, hace siempre una
gran tarea de investigación, no como un sociólogo ni como un historiador,
"sino para poder mentir con conocimiento de causa".
El Nobel peruano aseguró que a
lo largo de los años fue cambiando en su forma de escribir pero confesó que no
es consciente "de la naturaleza del cambio".
"Borges dijo que cuando
uno empieza a escribir le interesa mucho la complejidad y luego descubre que lo
importante es la claridad y hay mucho de cierto en esa teoría", recalcó
Vargas Llosa, quien en sus últimas novelas (El héroe discreto, Cinco esquinas)
eligió estructuras más simples y buscó contar historias llanas, directas.
Por eso, agregó, en su
literatura hay ahora más transparencia, y el lenguaje es menos enrevesado y
menos barroco que en sus obras de juventud, una época en la que "se tiene
la idea falsa de que la oscuridad representa profundidad. ¡Mentira!". Allí
el parangón con Borges es exactísimo: el autor de Ficciones hizo el mismo
recorrido, del barroquismo inspirado en Quevedo y Lugones a la sencillez más
depurada.
Las lecciones de Conversación
en Princeton, que está dividido en ocho secciones o ensayos, también desvelan
el oficio de Vargas Llosa y sus ideas literarias en relación al periodismo, la
política, el espíritu crítico o la libertad de expresión.
El catedrático Rubén Gallo
transcribió las horas de grabación de las clases que se impartieron en el
segundo semestre de 2015 y en las que además abordaron aspectos de la
actualidad como la amenaza del extremismo islámico.
LA POLITICA
Así, el libro incluye un encuentro
con Philippe Lancon, periodista de la revista satírica francesa Charlie Hebdo,
sobreviviente del atentado terrorista perpetrado en ese mismo año, en el que
sus testimonios se alternan con las reflexiones de escritor sobre el terrorismo
fundamentalista como el gran desafío a las sociedades democráticas.
En la presentación, Vargas
Llosa destacó que, a diferencia lo que le sucedía a él en su juventud, a los
escritores jóvenes latinoamericanos no les interesa la política, y abrió el
debate respecto de si un escritor que escribe una novela sobre hechos
históricos debe respetar la verdad.
Vargas Llosa puso el ejemplo
de León Tolstoi, quien en la monumental Guerra y paz "presentó mentiras
como verdades que al final han prevalecido sobre las verdades históricas".
"A los escritores jóvenes
no les interesa la política. Se ocupan de la literatura como un campo que no
debe mezclarse con la política, algo que yo no comparto, están mas cerca de los
escritores europeos y americanos. Nosotros teníamos la obligación moral de
participar en el debate político", señaló el autor de La guerra del fin
del mundo.
A su juicio, la carga política
de la literatura es inevitable y cobra especial relevancia bajo los regímenes
totalitarios.
El escritor también se mostró
muy crítico con las nuevas tecnologías. Considera que "en las redes
sociales está la caricatura del lenguaje", un modo de expresarse que le
parece "espantoso" y, en última instancia, la negación misma de la
literatura.
Vargas Llosa sigue
"creyendo que la literatura es fundamental para la formación de una
sociedad libre y democrática. Una sociedad con lectores es mucho más difícil de
manipular por los poderes".
Si la literatura no sobrevive,
advirtió, "la sociedad del futuro no va a ser nada envidiable y ejemplar;
puede ser floreciente en tecnologías pero invivible para alguien con
sensibilidad y cierta cultura".
"Solo la buena literatura
enseña las posibilidades de la lengua, enseña a matizar, a ser preciso, claro y
coherente", indicó.
El Nobel de Literatura 2010
acaba de terminar un ensayo, que tiempo atrás había presentado, con cierta
ambición, como una historia intelectual del liberalismo, desde Adam Smith en
adelante. Ese proyecto, al que reconocía inspirado en el clásico Hacia la
estación de Finlandia, de Edmund Wilson, que hizo lo mismo pero con la historia
del pensamiento socialista, pareció quedar reducido ahora a una menor
dimensión.
En sus palabras, será
"algo así como una autobiografía intelectual y política a través de
algunos pensadores que me han marcado muchísimo"
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